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Apenas nacemos gritamos, nos comunicamos con gritos, caras y gestos. Luego escuchamos, prestamos atención a nuestro entorno y poco a poco imitamos sonidos, hasta con el tiempo lograr hablar. Como todo en la vida, es un proceso. Primero balbuceamos, luego soltamos algunas palabras y finalmente, podemos conversar y comunicarnos. Un proceso. Penosamente, hay personas nunca aprendieron a escuchar, sino que de golpe se pusieron a hablar.
El diálogo, como el tango, necesita de dos lados, dos participantes del proceso. Para que el diálogo sirva es necesario que los participantes estén dispuestos a escuchar activamente, a entender a la otra parte, a aceptar y reconocer errores, en consecuencia, deponer posiciones extremas o absurdas y finalmente consensuar, o no. Pero siempre hay un final, el final de todo proceso.
En un conflicto, el diálogo es la válvula de escape de esa olla de presión que está lista para estallar. Si el diálogo no sirve o si se lo propone muy tarde habrá consecuencias que asumir.
El país estuvo 18 días parado. Los voceros del sector en protesta y el gobierno presentaron en diferentes ocasiones actitudes contrarias al ansiado diálogo; contrarias a encontrar una solución viable para las legítimas demandas planteadas dentro del marco de lo posible, de lo real y de lo que el Ecuador, representado en el ejecutivo, pueda sostener. Se desconocieron interlocutores de lado y lado, se pretendió imponer sus criterios a la fuerza y se menospreciaron concesiones de sus contrapartes. Mientras se rehusaban, como críos, a dialogar de frente, el país perdía vidas y dólares. La olla de presión cada vez estaba más caliente, por ende, cada vez más estaba más cerca de estallar. El diálogo era el único camino, había que dejar de ser necios.
A nivel personal, me ha pasado lo mismo. Recuerdo la ocasión en la que uno de mis clientes, un empresario exitoso, adulto mayor, admirado por su entorno y de nobles valores fue estafado por su propio abogado, así tal cual como lo leen. Como sabemos, la estafa es un delito, por ende, quien la comete es un delincuente. Sin embargo, para no herir susceptibilidades lo llamaré el sapo.
Mi cliente armado de paciencia abogó por el diálogo. Durante meses, solicitó a su estafador, el abogado, reparar los hechos; pero éste sintiéndose el papá de los sapos, solo lo rehuyó. El sapo y sus renacuajos sintiéndose en la gloria se regodeaban de su astucia. Diálogo ¿para qué? No tengo nada que hablar croaba el sapo. Su ego, grande como el Pichincha no le permitía ver que el tiempo corría, y la ventana del diálogo, como toda ventana se podía cerrar. Como ocurre al final de los procesos, como le pasó al Ecuador en los últimos días.
Lastimosamente para el sapo, la olla de presión, como sabíamos ocurriría, no tuvo una válvula de escape y finalmente explotó. Afortunadamente no pasó lo mismo con el Ecuador, casi a destiempo, pero se logró volver al orden y al trabajo. Que importante es el diálogo, pero el diálogo en el momento oportuno, dialogar a destiempo es como llorar sobre la leche derramada, había que evitar que se derrame, y lo logramos! Viva el Ecuador de paz! El Ecuador del diálogo.
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