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En los últimos días se ha hecho público un caso en el que se ha revictimizado a una mujer, se ha caricaturizado una dramática situación personal y hemos roto todos los códigos no solo de positiva conducta social sino de la más básica empatía humana.
No voy a ahondar en el relato de este caso de presunta violencia sicológica cometida, supuestamente, por un dirigente político contra una mujer. Caer en eso sería reprobable y denigrante. Lo que quiero es colocar toda esta situación en perspectiva, para darnos cuenta de cuán irresponsable es nuestra sociedad y nuestras instituciones y profesionales cuando se trata de gestionar escenarios como este, para los que, justamente, existe el sistema de justicia que es el que debe proteger a las víctimas, resguardar las pruebas, recabar declaraciones, escuchar a los involucrados y analizar el caso, para emitir un dictamen con diligencia y criterio técnico, más allá del ruido político o el interés mediático que determinados actores desean proyectar.
Estamos hablando de la dignidad de una mujer que, precisamente para resguardar su honor, su privacidad y su integridad, ha acudido a la Función Judicial para evacuar su caso. Y en ese sentido debió transcurrir el tema. Lo justo, porque la justicia no solo existe cuando se emite una sentencia, era que abogados, fiscales y jueces calificados sean quienes, mediante su experticia, traten el tema y resuelvan en derecho lo que corresponde.
Lo injusto es que el caso se haya convertido en comidilla para montar un show noticioso, en historia morbosa para transformarlo en chisme de esquina, en pretexto para atacar a rivales políticos, o, lo que es peor, en oportunidad para reafirmar la indefensión en que se halla la mujer cuando se enfrenta a un hombre con poder.
No podemos aceptar esto, ni como profesionales del derecho y, mucho menos, como ciudadanos que se precien de formar parte de una sociedad a la que queremos ver como ´civilizada´. Y no se trata simplemente de velar porque casos como este se gestionen en el contexto de lo judicial. Se trata de reafirmar que ese es el único camino posible pues la próxima víctima podría ser cualquiera de nosotros.
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