OSWALDO TRUJILLO

EL RATON AMIGO DEL GATO
EL PERRO COMPADRE DE AMBOS

Estas humildes letras no van dirigidas a ellos (me refiero a fiscales, jueces, secretarios, asistentes, policías, abogados, funcionarios, auxiliares y demás operadores de justicia que cumplen con honradez sus labores), estas letras van dirigidas a los actores del teatro de una justicia corrompida. Estas letras van dirigidas a los abogados particulares que negocian con sus “amigos” funcionarios judiciales, fiscales o jueces, el resultado de sus casos. Estas letras van dirigidas a los miembros de la fuerza pública que son a la vez cómplices de la corrupción o incluso parte de las bandas delictivas a las que, en algún momento, juraron combatir. Estas letras van también dirigidas a los ex fiscales que ahora ejercen de abogados y que se dedican a prostituir la reputación de sus ex compañeros de trabajo, asegurando que ellos “arreglan” casos a cambio de dinero. Van dedicadas también a esos colegas abogados y abogadas que exudan pulcritud en redes sociales y se alaban a sí mismos en los medios de comunicación, pero que solo ganan sus casos cuando los han “amarrado” previamente.

 

Hace pocas semanas vimos como uno tras otro, delincuentes sentenciados salían de la cárcel gracias a la interposición de recursos de habeas corpus, aparentemente legales. Abogados, políticos y líderes de opinión aseguraban que lo que había ocurrido era legal, ejecutado dentro del marco procesal vigente y debía ser respetado. Eso en términos legos es una leguleyada.

 

En algunos casos como estos se evidencia la rosca de corrupción que, penosamente, envuelve el sistema judicial de nuestro país. Se evidencia, por ejemplo, como abogados tuercen el proceso penal para audazmente hacer que sus causas recaigan donde autoridades afines a ellos mismos puedan ejecutar sus deseos. Evidencian también como esta rosca la conforman funcionarios mal intencionados o pagados, que en audiencia omiten alzar la voz y oponerse, frente a, una actitud errónea por parte del propio juez y de otros actores.  Casos como estos se dan todos los días, pero como no siempre los delincuentes son famosos la población no se da por enterada.

 

Casos en los que un abogado conchabado con la autoridad judicial hace o deshace a su conveniencia son comunes en Ecuador. Casos de abuso o deformación de normas para que calcen a los intereses de turno no son extraños. Yo, personalmente he litigado en contra de funcionarios cómplices de abogados corruptos que pretenden abusar del derecho con fines mezquinos y económicos; si obtuviera una audiencia con la Fiscal Diana Salazar, podría detallarle varios.

 

Dos de cada tres ecuatorianos no confían en la justicia. Los abogados penalistas entendemos los motivos de su desconfianza, cuando hemos querido denunciar malos elementos, hemos perdido el tiempo y ganado enemigos; nos hacen creer que no podemos ganarles la batalla por un país honesto. Nos hacen creer que ser honesto es ser idiota y que el fin de la vida es el lucro a como de lugar.

 

Cuando las sanciones a los corruptos sean la norma y no la excepción, este país habrá salido del subdesarrollo. Hasta eso los honestos debemos seguir luchando.

A los que están dedicadas estas letras finalmente les digo: estamos hartos de ustedes, de sus triquiñuelas, corruptelas y avivatos. Personalmente no me callaré ni me cansaré de evidenciarlos y denunciarlos. La mayoría silenciosa de ecuatorianos honestos está despertando y algún día, como una ola, los barrerá de las instituciones que percuden y abusan, y recuperaremos los espacios que los honestos nunca debimos haber cedido al ratón, al gato y a su compadre el perro.

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